Lucifer: raíces astronómicas del mito de la caida

Lucifer: raíces astronómicas del mito de la caida

Lucifer es una figura icónica en la tradición cultural de occidente. Y sin embargo, las raíces astronómicas del mito de la caída son poco conocidas. Existen, eso sí, numerosas referencias a las mismas en la literatura, dado su  innegable atractivo lírico. Por ejemplo, lord Byron, en su magnífico poema teatral Cain: un Misterio 1  hace hablar a Lucifer del siguiente modo:

LUCIFER: […] Hay una sabiduría en el espíritu que apunta hacia lo correcto, al igual que en el tenue aire azul los ojos vuestros, jóvenes mortales, se iluminan simultáneamente con el lucero que ven al dar la bienvenida a la mañana.

ADA: Es un astro hermoso: lo amo por su hermosura.

LUCIFER: ¿Y por qué no adorarlo?

ADA: Nuestro padre adora únicamente al invisible.

LUCIFER: No obstante, los símbolos del invisible son lo más precioso de lo que es visible. Y aquel brillante lucero es líder de la hueste celestial.

No queda claro en principio por qué insiste Lucifer en una adoración que parece serle ajena. Sin embargo, espero que las explicaciones que siguen lo aclaren.

Las fuentes bíblicas

Las referencias a Lucifer en la Biblia, contra lo que pudiera parecer, son más bien escasas. En concreto se le menciona una única vez en el Antiguo Testamento y ninguna en el Nuevo Testamento. Existen otras referencias a Satanás o a la Serpiente, pero no resulta evidente que estos deban asimilarse a Lucifer, como el propio Byron se encarga de resaltar en su obra.

La única referencia bíblica a Lucifer, en el libro de Isaías, describe su caída de este modo:

 «Cómo caíste del cielo, oh Lucifer, hijo de la mañana! Cortado fuiste por tierra, tú que debilitabas las naciones. Tú que decías en tu corazón: Subiré al cielo, en lo alto junto a las estrellas de Dios levantaré mi trono, y en el monte del testimonio me sentaré, a los lados del norte» 2

Esta sucinta y críptica descripción ha inspirado durante siglos representaciones artísticas de todo tipo. Sin embargo, para comprender las palabras de Isaías conviene investigar el contexto en que el autor las empleó y las licencias que su traductor se permitió.

La traducción de San Jerónimo

La traducción de cualquier texto es siempre un asunto delicado por los matices y malentendidos que puede introducir o cercenar del original. Si además el original tiene carácter divino y el traductor usa como fuente otra traducción previa, las posibilidades de confusión se multiplican. A esta ardua tarea se enfrento Jerónimo de Estridón cuando tomó el texto bíblico en griego y en su original hebreo, que Dios escogió para expresarse, con la intención y el mandato de traducirlo al latín.

San Jerónimo empleo el término Lucifer, o portador de la luz, para traducir una expresión que en el original hacía referencia al lucero del alba o estrella del amanecer. Actualmente se le denomina Venus, planeta que resulta visible bien antes del amanecer (en su forma de «portador de la luz de la mañana» o lucero del alba), o bien en las horas del crepúsculo (en su forma de lucero vespertino). De hecho las biblias modernas han sustituido la referencia a Lucifer por la palabra lucero. Extrañe o no, Lucifer ya no aparece en la Biblia.

Como en la Antigüedad no era conocido que ambos astros correspondieran a un mismo objeto, la mitología griega denominó Fósforo o Eósforo al lucero del alba (Lucifer en la mitología romana) y Héspero al lucero vespertino (Vésper para los romanos). Ambos eran considerados hermanos e hijos de Eos, la diosa del amanecer (Aurora para los romanos). De esta manera el niño (lucero del alba) nunca andaba lejos de su madre (la mañana). Es evidente que antes de la invención de la luz eléctrica la llegada de la mañana era un evento de gran relevancia, como lo era el heraldo de tal acontecimiento.

La trayectoria celeste de Venus

Para fotografiar Venus (¿o debería decir fotografiar a Lucifer?) explicaba que este astro logra ser el más brillante del cielo en sus momentos de mayor esplendor y que en cambio su trayectoria nunca se aleja en exceso del Sol, por lo que su altura sobre el horizonte nunca alcanza la de otros planetas como Júpiter, Marte o Saturno. Vale la pena recordar aquí que Júpiter, el padre de los dioses, es el equivalente del dios griego Zeus, cuyo nombre comparte origen con la palabra Dios.

Es posible que esta condición fuera interpretada en algún momento y de forma lírica como un castigo: a pesar del impresionante brillo que alcanza, que no deja a nadie indiferente, Venus parece condenado a no alcanzar nunca la cima del cielo. Durante días va alzándose cada vez más en altura solo para volver a caer posteriormente y arrastrarse de nuevo hasta el horizonte.

Las palabras de Isaías podrían por tanto interpretarse en clave astronómica, independientemente del significado que pretendiera conferirles el autor en su día. Podrían quizás traducirse entonces de la siguiente manera:

«Cómo ha vuelto el planeta Venus, que aparece antes del amanecer, a tocar de nuevo el horizonte. Y eso que parecía querer alcanzar mayor altura en el cielo, hasta situarse junto al planeta Júpiter, en el lado Norte del mismo»

De hecho, de ser ciertas estas referencias astronómicas, podrían servir en principio para intentar datar las propias palabras de Isaías.

La interpretación poética de Byron

Volviendo a la referencia del Caín de Byron, ahora se entiende con mayor claridad la misma: Ada, la mujer de Caín, reconoce la seducción que le causa la imponente hermosura del planeta Venus en su esplendor, asimilable a Lucifer. Lucifer, por su parte, le insta a adorar a ese astro, es decir, a adorarle a él mismo, como brillante líder de la hueste celestial o príncipe de los demonios, algo a lo que Ada se niega. 

Byron, a lo largo de su delicioso texto, logra de múltiples maneras otorgar a la figura de Lucifer un halo de seducción, confusión y rebelión que hubiese sin duda sorprendido y quizás escandalizado al mismo San Jerónimo. Su Caín es sin duda una lectura imprescindible.

Referencias

1. Cain: Un Misterio, traducción de Adrián Moret Salvador, ISBN 978-1545235850

2. Santa Biblia, Isaías 14-12, edición Reina Valera Gómez, ISBN 978-0758907639